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AUTOR: Francisco Díaz Jiménez –
LUGAR NACIMIENTO: San Lorenzo del Escorial (Madrid) –
FECHA NACIMIENTO: 1963 –
NACIONALIDAD: Española –
TITULACIÓN: Filosofía, máster en Neuropsicología y Educación y máster en Escritura Creativa –
PROFESIÓN: Profesor en el IES Juan Ciudad Duarte de Bormujos (Sevilla) –
GÉNERO LITERARIO: Novela, ficción –
OBRAS PUBLICADAS: El hijo de la alemana (Editorial Adarve, 2021)

Biografía:

Nace en San Lorenzo del Escorial (Madrid) en 1963. Es licenciado en Filosofía, máster en Neuropsicología y Educación y máster en Escritura Creativa, en cuyo trabajo fin de máster su extensa novela La siesta del carnero (pendiente de publicación) obtuvo una matrícula de honor. Colaborador del periódico Heraldo de Aragón durante los años que ejerció como profesor en diferentes institutos aragoneses, en la actualidad desempeña su labor docente en el IES Blas Infante, de El Viso de Alcor.

Sinopsis de El hijo de la alemana:

Abelardo amanece envuelto en el resabio de una pesadilla con visos de premonición. En pocas horas, el puzle de avatares que conforman su pasado lo abocará al acontecimiento más trascendente de su vida. A lo largo de la narración descubriremos las piezas que tensarán su existencia, inundándola de aristas decadentes. Su madre, una mujer fantasiosa trajinada por un empleado de banca bilbaíno que pasaba la tarde hipnotizado, echando monedas a la máquina tragaperras. Su padre, emigrante que, tras perder el empleo en Suiza, se convertiría en un bebedor silencioso, hundido en sí mismo. Su hermano Güilli, adolescente de cuarenta y cuatro años dedicado a husmear patrimonios sin herencia para recibir una recompensa. Su hija Elsa, una joven que tomaba sus estallidos emocionales como si tuviesen la relevancia de una conflagración cósmica; incapaz de modular las confusas señales que recibía, terminó embelesada con el primer señuelo dispuesto a clavarle su aguijón. A ellos se suma toda una amalgama de personajes variopintos y dispares que configuran la tenaz resonancia de fondo.

Cita de la obra:

«Los párpados, cerrados con suavidad, igual que sus labios, ligeramente fijados uno al otro —como si un aire de olvido rondase sobre ambos acomodos—, confieren a su rostro una actitud apacible; se diría que de entrega. Nada hace sospechar, menos aún su ceño aplacado, el insólito drama que comienza a gestarse por dentro». El hijo de la alemana, Editorial Adarve