CÓMO ESCRIBIR DIÁLOGOS EN UNA NOVELA
Los diálogos son uno de los pilares de toda novela, y posiblemente una de las partes más complicadas de escribir. Hoy vamos a facilitaros una serie de indicaciones/consejos que os ayuden a escribir mejores diálogos. Lo esencial es que tus personajes cobren vida a través de ellos.
Un buen diálogo es aquel que hace creer en esas voces como si se tratase de personas reales, estando estas buen diferenciadas entre sí, teniendo la entonación adecuada y transmitiendo la información correcta.
El diálogo permite escuchar las voces de los personajes y asistir a sus conversaciones como testigos invisibles.
Como estrategia literaria es una de las formas más eficaces pero también más difíciles de alcanzar. En el cuento, el diálogo es una herramienta para definir a un personaje; en la novela contribuye al dinamismo general.
Etimológicamente la palabra diálogo deriva del griego diálogos, que equivale a conversación. Es el intercambio discursivo entre dos o más personajes que alternan sus voces, sus papeles de emisores y receptores y emiten mensajes.
El diálogo se puede combinar con la descripción y la narración.
Las características principales del diálogo son:
- El narrador desaparece y permite que los personajes hablen libremente.
- Los propios personajes controlan la situación, informan sobre la misma y toman las riendas de la acción del relato.
- El lector conoce directamente a los personajes a través de sus palabras y sus formas de expresión y esto permite crear una imagen mental de cada uno de ellos.
- Es la forma narrativa más cercana al lector.
El diálogo está formado por dos partes:
- Parlamentos: las palabras directas de los personajes
- Incisos: aclaraciones del narrador. Se colocan detrás de un guión y sirven para situar a los personajes en la escena, además de señalar reacciones provenientes de sus pensamientos.
Ejemplo:
— Estoy cansada, me voy a ir a la cama —dijo mientras bostezaba exageradamente.
El parlamento sería: Estoy cansada, me voy a ir a la cama
El inciso sería: dijo mientras bostezaba exageradamente.
Algunas normas de puntuación de diálogos son:
- Cada intervención se considera un párrafo y se marca con guión largo en su inicio.
- Los incisos del narrador se encierran entre guiones
- Las comillas suelen utilizarse para marcar pensamientos
El narrador puede tener una mayor o menor intervención en la historia. Conviene distinguir dónde recae el peso del significado y buscar el equilibro necesario a la intriga que queremos plantear.
El siguiente ejemplo:
— Me voy a la cama -dijo Ana
marca una gran diferencia con respecto a este otro:
— Me voy a la cama -dijo Ana, presintiendo que su compañero de cama no iba a querer acompañarla hasta que no acabara de ver el partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona.
En el segundo podemos analizar como un problema el hecho de que el narrador esté haciendo sombra al diálogo. El narrador debe ser discreto, no debe hacer comentarios ni opinar. Emplear una voz narrativa que hable de los personajes al margen de lo que ellos pretendan mostrar puede ser contraproducente. Por tanto, debemos analizar si la intensidad de la escena, su sentido, depende de las voces de los personajes o de la del narrador.
A continuación vamos a daros algunos consejos que os resultarán muy interesantes para aprender a construir diálogos con sentido aprendiendo cómo hacerlo de forma fácil y segura. Vamos allá.
Construir voces para cada personaje
Si miras a tu alrededor y observas podrás ver que cada uno de nosotros habla de un modo diferente. Eso mismo es lo que tienes que conseguir que hagan tus personajes. Las personas hablan diferente en función a su nivel cultural, sus profesiones, aficiones e incluso del ambiente en el que se muevan en cada momento. Una buena idea es tomar nota de los temas sobre los que hablan y las palabras que utilizan.
A la vez tienes que utilizar un lenguaje con el que te sientas cómodo porque tus personajes tendrán que elegir sus palabras en función de lo que les resulte más o menos cercano consiguiendo como resultado un tono único que les diferencie del resto de personajes y que a su vez consiga sonar en la mente del lector de una forma única.
Si no se consigue construir una voz distinta para cada personaje la narración tomará un tono robotizado y monótono que no es nada recomendable ni tan siquiera para leer el diccionario.
No a los dialectos
Los dialectos son difíciles de seguir incluso para gente que comparte el mismo idioma. Las expresiones propias de los dialectos pueden tener su gracia si todos los lectores son de la zona donde se utiliza ese dialecto, pero para los demás, será una tarea tediosa que constituirá una barrera molesta entre el texto y el lector.
Como consecuencia, la atención recaerá sobre el dialecto y el lector acabará olvidándose de la historia. Si nuestro personaje principal está marcado por la zona a la que pertenece y no queremos olvidar ese toque en su caracterización, podemos permitirnos el lujo de dejar caer una palabra de vez en cuando, pero sin abusar.
Directo al objetivo
Si bien en la vida real puede uno irse por las ramas hasta que se llega al tema en cuestión, esto no es nada recomendable para construir diálogos en una novela
Veamos un ejemplo:
— Hola
— Ya era hora… ¿qué tal? Te estaba esperando
— Perdona el retraso, el tráfico de esta ciudad es temible cuando llueve.
— Tranquila, tampoco hace tanto que te estaba esperando. ¿Te apetece un café o prefieres otra cosa?
— Pues no sé, ¿qué estás tomando tú?
— Un café solo con nata.
— Pediré uno con leche y que me pongan nata también.
— Échale un vistazo a la carta por si te apetece algún postre de los que tienen
— ¿Alguna recomendación?
— No sé, a mí me gustan todos
— En fin, vayamos al grano, ¿has averiguado algo sobre el pasado del doctor García?
Acabas de hacer sufrir al lector para acabar llegando a la última frase en la que se ponen a tratar un tema real de la trama. ¿Es necesario tanto irse por las ramas? Le interesa al lector qué tipo de café va a tomar cada uno o que la razón del retraso de uno de los personajes sea que ha llovido en la ciudad? Ahorra sufrimiento y sobretodo no le des la oportunidad de abandonar la historia.
Si tus personajes ya conocen la información no lo repitas en el diálogos
A no ser que seas un repipi ya deberías saber que hay datos que no se utilizan en los diálogos.
— ¿Has tenido noticias de Kiko? Ya sabes, ese que se fue a vivir la vida a Filipinas, el que era compañero nuestro de trabajo y tuvo que pedir una excedencia para poder cumplir su sueño, hacer buceo.
— Era un idealista, le gustaba mucho la cultura asiática, ¿verdad?
— Sí, el fue el que me dejó las primeras aletas para hacer snorkel.
¿En serio piensas que alguien habla así en la vida real? Suena forzado, da información que nuestros personajes ya conocían y que el lector no necesitaría a priori conocer. Y si consideras que tu lector tiene que quedarse con ciertos datos ya puedes ir buscando otra manera de contarle toda esa información referente a Kiko.
Plasma lo que está ocurriendo en ese momento
Hay una barrera que siempre hay que superar. Es mejor hacer que el lector sienta lo que dice el personaje que contarle qué es lo que siente el personaje.
Veamos dos diálogos a modo de ejemplo:
Ejemplo 1
— Siéntate por favor. Tengo que hablar contigo
— ¿De qué? —preguntó Marc con recelo
— No estamos pasando por un buen momento —explicó Laura conteniendo sus emociones— y me temo que lo mejor es que lo dejemos.
— ¿Me quieres dejar? ¿así sin más? —preguntó visiblemente enfadado—. ¿Tres años de relación para que me dejes sin más explicación? ¡Yo te ayudé a que llegaras a lo más alto de tu carrera! —gritó indignado—
Ejemplo 2
— Siéntate. Tenemos que hablar
— ¿Hablar? -preguntó Marc congelando su saludo en el aire.
— Nuestra relación no está pasando por un buen momento —explicó Laura son levantar la mirada de sus manos— y me temo que lo mejor va a ser que lo dejemos.
— ¿Me quieres dejar? —exclamó mientras se golpeaba la mesa con el puño—. ¿Tres años de relación se van a la basura así?. ¡Yo te ayudé a llegar a lo más alto! – gritó apoyando sus manos en la mesa.
En el primer ejemplo hay una cierta distancia con los personajes, en el segundo la escena gana intensidad.
Las etiquetas, mejor no abusar de la variedad
Frena el impulso de sustituir “dijo” por todo un conjunto de términos más o menos expresivos: gritó, repitió, espetó, exclamó…
Nuestros lectores ya saben que tenemos la necesidad de etiquetar las intervenciones de los personajes de cuando en cuando, y enseguida obvia la palabra “dijo” llegando a un punto en el que casi ni la lee. Si nos dedicamos a ir variando esa etiqueta de forma constante, el lector será mucho más consciente de esas palabras que no forman parte del diálogo y le restan fluidez. ¿Qué ocurre entonces? Que se crea una barrera invisible entre el lector y los personajes.
Las intervenciones de los personajes que participan en un diálogo deben etiquetarse lo justo y necesario para que el lector sepa quién habla en cada momento. No hace falta decir que hay que recurrir más a las etiquetas cuando en la conversación interviene media docena de personajes que cuando es una conversación de dos personas.
Escribe frases cortas
Antes de escribir, piensa en cómo son los diálogos en la vida real. Presta especial atención a la longitud de las frases que utilizamos. Si te fijas verás que nadie utiliza largos soliloquios, y si lo hacen puede ser porque se esté dando una explicación o porque la persona que está hablando sea de las que adoran escucharse a sí mismos. Lo normal es hablar en frases cortas.
Una regla no escrita es la que dice que debemos escribir entre 12 y 20 palabras entre signos de puntuación como máximo.
Controla el ritmo de la acción a través de los diálogos
A todos nos han preguntado alguna vez si en una novela hay o no abundantes diálogos, e incluso hemos llegado a leer en algunas reseñas literarias cómo destacan la presencia de abundantes diálogos. ¿Por qué? Porque la presencia de diálogos da frescura y ritmo a los textos.
Pero además, según como construyamos el diálogo podemos dotar de un punto de velocidad a nuestro relato:
— Ya era hora, pensaba que no vendrías
— Ya ves…
— Creí que no te volvería a ver hasta el verano
— Estaba ocupada
— Sí, ¿con qué?
— ¿Y a ti que te importa?
— Más de lo que piensas
O relentizarlo:
— Ya era hora, pensaba que no vendrías —preguntó Jorge cruzando los brazos y cortando el paso a Belén.
Belén bajó la mirada mientras se acariciaba el pelo.
El silencio era molesto, incomodo. Se podía cortar el aire con un cuchillo. Jorge se atrevió a romperlo de nuevo.
— Creí que no te volvería a ver hasta el verano.
Habían pasado más de 2 meses desde la última vez que se vieron. Fueron solo dos días juntos pero nunca los olvidó.
¿Qué opción es mejor? ¿diálogos lentos o rápidos?. La respuesta es ambos. Lo importante es aprender a utilizar ambas opciones en el momento adecuado.
El diálogo es una de las formas más eficaces de controlar el ritmo de las novelas y su control es esencial para dotar a nuestra historia de vida.