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Cómo publicar una obra

Son muchos los españoles que han sabido escribir una obra. Menos, aquellos que han conseguido una buena obra y muchos menos quienes tienen ante sí una obra excepcional, seguramente fruto del tesón, del ánimo continuado, de la automotivación y del amor a la literatura.

Sin embargo, son muy pocos los que finalmente acceden al proceloso mercado editorial, muchas veces ingrato y siempre esquivo. La pregunta es obvia… ¿Qué han hecho estos autores para conseguir la ansiada publicación?

Tememos que la pregunta no tiene una sola respuesta sino varias. Las detallamos:

  • Autoeditarse.- Son muchas las empresas (no nos atrevemos a llamarles «editoriales») que ofrecen el cielo de la publicación a cambio de una cantidad de euros que puede variar mucho. El autor consigue, en efecto, ver su obra impresa pero difícilmente la verá en las librerías y rara vez en librerías de prestigio a través de internet. Sin embargo es una opción perfectamente válida para aquellos autores en busca de su primera obra impresa, de profesores que pueden entregar así sus manuales a sus alumnos, de mayores que tratan de legar sus memorias a hijos y nietos y, en definitiva, para todos aquellos que no pretenden convertir la escritura en su modus vivendi.
  • Coeditarse.- A menudo, cuando las editoriales creen estar ante una obra excelente de un autor poco o nada conocido, la rechazan ante el temor de que las ventas no acompañen y todo la inversión de tiempo y dinero que deben realizar para lanzarla a las librerías se vaya sin dejar rastro. Otras, cada vez con más frecuencia, la editorial solicita del autor con perspectivas una aportación que pueda compensar las posibles pérdidas de una publicación de alto riesgo como es la de un autor nuevo. Si efectivamente se trata de una obra excelente, nos parece muy bien que el autor se implique económicamente en la salida a la luz de su obra. Todo va a depender de la seriedad de la editorial y de las pretensiones económicas que pretenda. Si el editor cuenta con una buena distribución y una promoción adecuada de sus obras es posible que el autor se encuentre ante una verdadera oportunidad.
  • Buscarse un mecenas.- Hasta el mismísimo don Miguel de Cervantes hubo de buscarse un mecenas para poder publicar su obra magna. De este modo pudo pagar a su impresor, Juan de la Cuesta, la primera edición de su flamante obra. En la actualidad es una forma en desuso, pero no es raro que un banco o una gran compañía patrocine una colección para la que cuenta con autores expertos, a lo mejor no del todo comerciales. También algunos ayuntamientos cuentan con proyectos, normalmente de carácter histórico y social, en el que acaban contando con autores de la zona capaces de aportar brillo a la cultura local.
  • Presentarse a premios literarios.- Están muy cuestionados (y con razón) pero mantienen vivo el sueño de muchos autores a la caza de su primera publicación. Permítanos un total excepticismno en este sentido, bien es verdad que algunos son verdaderos y justos; posiblemente la mayoría no.
  • Agruparse.- Las asociaciones literarias cumplen con una estupenda misión. Además de difundir la cultura hasta los rincones más recónditos a veces, consiguen sacar adelante ediciones de alto interés en la que participan un grupo de autores elegidos. Nos parece fenomenal que los escritores salgan de sus cuevas, de sus ermitas y se socialicen en tertulias y grupos capaces de generar posteriormente obras conjuntas en las que participan sus integrantes. Por desgracia, en este país de individualistas son los menos los que llegan a agruparse para este fin y cuando lo hacen, se entregan más a la crítica y a la vanidad personal que a la creación y aporte de nuevas obras.
  • Escribir a editoriales y agencias.- Esta manera es la más clásica. Antes a través del correo convencional y ahora mediante las nuevas tecnologías (mucho más sencillo y económico) los autores pretenden, esperanzados siempre, que alguna editorial decida publicarles después de leer su manuscrito, o que una agencia literaria se decante por representarles ante los temidos editores. Es ésta una opción nada descartable pero seamos realistas. Desde la convención de Fráncfort de 2014, las editoriales no se atreven como antes con los nuevos escritos de los escritores nuevos. La razón es muy sencilla: durante la reciente crisis económica, y tras la aparición de los medios digitales, han cerrado el 52% de las editoriales españolas y las que han sobrevivido han debido fusionarse o convertirse en editoriales de autoedición o coedición. Los editores están cansados de pagar los platos rotos de la crisis y de la bajada de las ventas, que son peores cuanto menos conocido es el autor (con excepciones muy excepcionales). Intentarlo con editores y agentes nos parece muy bien, pero sin descartar otras posibilidades como las que hemos contado anteriormente.

No vamos mencionar apenas otras formas menos efectivas como las de «subir a internet» un manuscrito. En ocasiones es cierto que ha funcionado, pero son rayas en el agua y siempre apoyadas por la artillería de la promoción literarias a la que no todos los autores tienen acceso. Un consejo: Si va a «subir una obra a internet» hágalo en las mejores condiciones, con el texto perfectamente maquetado, con una corrección profesional y unas cubiertas atractivas.

Luis Sonseca Dávila