LOS PERSONAJES DE UNA OBRA
Mucho antes siquiera de ponernos a escribir convendría hacer un primer análisis de cuáles debieran ser las personalidades de los diferentes personajes que van a ir apareciendo a los largo de toda la narración. Más tarde y sobre el mismo texto, ellos mismos irán madurando, manifestando su propia personalidad surgida de la interacción del medio en el que les toque desarrollar sus acciones, pero es muy importante que previamente definamos el carácter que va a conformar a cada uno de nuestros personajes.
Es verdad que, en el caso de tratarse de personajes históricos, debemos, además indagar en la personalidad y el carácter que evidenciaron los protagonistas de la novela o el relato. De este modo la lectura se tornará mucho más veraz y el lector lo agradecerá, sobre todo si se encuentra fundada en hechos que se refieran en el propio texto, dando así fe de que, en efecto, así era tal o cual persona.
Todo este análisis previo resulta fundamental pero es muy verdad que muchos escritores, nuevos y consagrados, lo pasan por alto. El resultado es una obra con personajes poco consistentes, volubles, muchas veces imprevisibles con los que nos cuesta identificarnos. Son los personajes, en última instancia, los que definen la acción y marcan el ritmo de una obra, por lo que afrontar su desarrollo debe tomarse con el mayor interés posible.
En cuanto a la descripción psicologista de dichos personajes, algunos autores prefieren hacerla al comienzo, tan pronto como aparecen en el contexto de la obra, mientras que otros van dando pequeñas pinceladas a lo largo de diferentes apariciones, de manera que los van configurando de manera lineal, evolutivamente. No hay regla para esta cuestión, como no la hay para tantas otras.
Otros autores dejan en manos del propio lector la visualización de lo más esencial de quienes se encuentran dentro de la obra. Así, proponen que sea el amable lector quien los juzgue en lugar de tomar partido por unos u otros según sus actos. Ambas formas de concebir las bondades y maldades de las diferentes personalidades están perfectamente justificadas, siendo la tendencia actual la de olvidar viejos postulados maniqueos que solo conseguían dividir al reparto en buenos, malos, muy buenos y muy malos.
Hágalo como crea, pero dedique un tiempo inicial primordial a definir a los personajes que van a ir apareciendo en su obra. De este modo estarnos luego ante personalidades con luminosidad, más que sombras a las que mirar en la distancia.